Lo primero fue la pandemia, la cual, aunque ya se arrastraban de antes situaciones adversas para el sector, sirvió para dejar en evidencia, ante todos, las debilidades del transporte por carretera y su importancia dentro de la cadena de suministro de cualquier actividad. Después, la crisis de componentes encareció no solo el precio de reparación de unidades, sino también el comprar un camión nuevo o usado. Esto se intensificó con la guerra de Ucrania y se sumó un incremento en los combustibles. Todo en un contexto de inflación mundial y en un sector altamente vulnerable.